Más allá de la
miríada de formas de vida que están sujetas al nacimiento y a la
muerte existe la Vida Una,
eterna y omnipresente. Muchas personas
utilizan la palabra Dios para describirla, pero yo suelo llamarla
Ser.
La palabra Ser no explica nada, pero la palabra Dios tampoco.
Ser, no obstante, tiene la ventaja de ser un
concepto abierto. No
reduce el infinito invisible a una entidad finita. Es imposible
formarse una imagen mental
del Ser, y nadie puede pretender su
posesión exclusiva. Es tu esencia misma; puedes acceder a ella
inmediatamente como el sentimiento de tu propia presencia.
Por eso sólo hay un
pequeño paso entre la palabra Ser y la experiencia del Ser.
EL SER NO SÓLO ES
TRASCENDENTE; TAMBIÉN IMPREGNA PROFUNDAMENTE cada forma, y su
esencia
es invisible e indestructible. Esto significa que ahora
mismo puedes acceder al Ser porque es tu identidad más
profunda, tu
verdadera naturaleza. Pero no trates de aferrarlo con la mente. No
trates de entenderlo.
Sólo puedes
conocerlo dejando la mente en silencio. Cuando estás presente,
cuando tu atención está plena e
intensamente en el ahora, puedes
sentir el Ser, pero nunca podrás entenderlo mentalmente.
La iluminación es
recuperar la conciencia del Ser y residir en ese estado de
«sensación-realización».
La palabra
iluminación suscita la idea de un logro sobrehumano, y al ego le
gusta que sea así; pero no es más
que tu estado natural en el que
sientes la unidad con el Ser. Es un estado de conexión con algo
inconmensurable e indestructible, con algo que es esencialmente tú,
y sin embargo es mucho mayor que tú. Es
encontrar tu verdadera
naturaleza más allá del nombre y de la forma.
La incapacidad de
sentir esta conexión crea la ilusión de que estás separado de ti
mismo y del mundo que te
rodea. Entonces te percibes, consciente o
inconscientemente, como un fragmento aislado. Surge el miedo, y
los
conflictos internos y externos pasan a ser la norma.
El mayor obstáculo
para experimentar la realidad de tu conexión es la identificación
con la mente, que hace
que el pensamiento se vuelva compulsivo. Ser
incapaz de dejar de pensar es una enfermedad terrible, pero no
nos
damos cuenta de ella porque casi todo el mundo la sufre y se
considera algo normal. Este ruido mental
incesante te impide
encontrar el reino de quietud interior que es inseparable del Ser.
También crea un falso yo
fabricado por la mente, que lanza una
sombra de miedo y sufrimiento.
La identificación
con la mente produce una pantalla opaca de conceptos, etiquetas,
imágenes, palabras, juicios
y definiciones que bloquean toda
verdadera relación. Esa pantalla se interpone entre tú y tú mismo,
entre tú y
tu prójimo, entre tú y la naturaleza, entre tú y
Dios; crea la ilusión de separación, la ilusión de que tú y el
«otro»
estáis totalmente separados.
Entonces te olvidas
del hecho esencial de que, debajo del nivel de las apariencias
físicas y de las formas separadas, eres uno con todo lo que es.
La mente es un
instrumento soberbio si se usa correctamente. Sin embargo, si se usa
de forma in-apropiada,
se vuelve muy destructiva. Para decirlo con
más precisión, no se trata tanto de que usas la mente
equivocadamente: por lo general no la usas en absoluto, sino que ella
te usa a ti. Ésa es la enfermedad. Crees
que tú eres tu mente. Ese
es el engaño. El instrumento se ha apoderado de ti. Es como si
estuvieras poseído sin saberlo, y crees que la entidad posesora eres
tú.
LA LIBERTAD COMIENZA
cuando te das cuenta de que no eres la entidad posesora, el pensador.
Saberlo te
permite examinar la entidad. En el momento en que
empiezas a observar al pensador, se activa un nivel de
conciencia
superior.
Entonces empiezas a
darte cuenta de que hay un vasto reino de inteligencia más allá del
pensamiento, y de
que el pensamiento sólo es una pequeña parte de
esa inteligencia. También te das cuenta de que todas las
cosas
verdaderamente importantes —la belleza, el amor, la creatividad, la
alegría, la paz interna— surgen de
más allá de la mente.
Empiezas a
despertar.
LIBÉRATE DE TU
MENTE
La buena nueva es
que puedes liberarte de tu mente, que es la única verdadera
liberación. Y puedes dar el
primer paso ahora mismo.
EMPIEZA POR ESCUCHAR
LA VOZ QUE HABLA DENTRO DE TU CABEZA, y hazlo tan frecuentemente
como puedas. Presta una atención especial a cualquier patrón de
pensamiento repetitivo, a esos viejos discos
de gramófono que
pueden haber estado dando vueltas en tu cabeza durante años.
Esto es lo que llamo
«observar al pensador», que es otra manera de decir: escucha la voz
dentro de tu cabeza,
mantente allí como presencia que atestigua.
Cuando escuches la
voz, hazlo imparcialmente. Es decir, no juzgues. No juzgues ni
condenes lo que oyes,
porque eso significaría que la misma voz ha
vuelto a entrar por la puerta de atrás.
Pronto te darás
cuenta de esto: la voz está allí y yo estoy aquí, observándola.
Esta comprensión Yo soy, esta
sensación de tu propia presencia, no
es un pensamiento. Surge de más allá de la mente.
Así, cuando
escuchas un pensamiento, no sólo eres consciente del pensamiento,
sino también de ti mismo
como testigo del pensamiento. Ha hecho su
aparición una nueva dimensión de conciencia.
Eckhart Tolle, Practicando el Poder del Ahora
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