viernes, 29 de noviembre de 2013

Caminar por el medio...



                                    El CAMINO del MEDIO 

El camino del medio nos habla de la complejidad y nos indica que la realidad no es sólo blanca o sólo negra, sino que se halla configurada por infinidad de colores, de tonalidades, de matices, de luces y sombras... 
 

Existen muchos grados de bondad (por calidad) que culminan en la excelencia, pero con todo ello, tendremos que saber que la manera más inteligente de trabajarnos será ciertamente a través de la flexibilidad, lejos de actitudes rígidas o extremistas y que tendremos que aprender a evitar los extremos y disponernos para conciliar los opuestos y para encontrar el camino del medio. 
La rigidez expresa apego, aferramiento y estanqueidad o cerrazón, la flexibilidad en cambio nos abre las puertas a las muchas alternativas posibles ya que nos prepara para aceptar los hechos, para poder ver, sin juzgar, aquello que es, y esta aceptación es un
paso imprescindible para una ulterior acción o modificación, en el caso de que ésta fuese necesaria.
El camino del medio tiene mucho que ver con el equilibrio o con la ecuanimidad.
Imaginémonos la señal de un electrocardiograma... las oscilaciones significan que la persona está viva, la línea recta continua, en cambio, refleja ausencia de vida: la muerte. Nuestra vida tiene que ser dinámica, plagada de oscilaciones, de cambios de posicionamiento, de intentos, de aciertos y de errores. Las personas que se mantienen siempre igual, cerradas y aferradas a lo suyo se acercan al electrocardiograma plano (ausencia de vida) y confunden la coherencia o la integridad con la inflexibilidad.
Los pensamientos opuestos pueden coexistir y, de hecho, ello expresa una gran apertura mental. Por ejemplo, uno puede pensar que es importante aportar su profesión o su hacer a la humanidad y enriquecerla con su contribución y, a la vez, darse cuenta de que nadie es imprescindible y que, por lo tanto, la humanidad puede
prescindir perfectamente de su contribución. 


 Esta forma de conciliar los opuestos, sin que el uno niegue al otro, posibilitan el hecho de poder impulsar las acciones, dotándolas de sentido y de motivos y, simultáneamente, saber que esta aportación es equivalente a la de una partícula de arena de una playa inmensa, dándonos cuenta que todas las partículas de arena son importantes, pero no imprescindibles. El pulso entre los dos opuestos, entre las dos realidades, la del ser y del no ser, genera la vibración que hace posible el avance.

Lourdes Tebé (2003)

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